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Imágenes de un microcosmos de hilo
por Mariana Maggio
El tiempo en el que suceden sus relatos es impreciso, como un viaje entre realidades de siglos mezclados. Los entrecruza y los conecta. Adorna y destruye, integra y fragmenta. Hay vajilla inglesa y sangre en un bordado sin terminar, hay un pañuelo delicado con flores y una foto rasguñada con algo punzante…Todo sospechas.
La penumbra se pierde en la oscuridad, las pupilas se expanden, la mirada se afina en cada detalle.
¿Estás en estado de alerta? Natalia, como un enigma de sombra, parece la misma pero no lo es. Se modifica en cada proyecto, como un cálculo que incorpora en su próximo resultado el margen de error. Entra en su mente, se pierde en el bosque donde se encuentran sus mundos.
Extrema nuestra percepción hacia los reflejos profundos de un papel plegado negro de origami; hacia el brillo de un hilo rosa pálido y también hacia la belleza de lo que no refleja luz, como el cuerpo de una paloma muerta en el asfalto. La luz señala lo frágil, lo que esta a mitad de camino entre la presencia y la desaparición.
Arma laberintos en sus trabajos: aparece el hilo en la oscilación de un lazo, siguiendo su hilo nuestra mirada queda atrapada en los ochos del bordado. Mirando el hilo, pienso en el símbolo de infinito, en Borges, en el Aleph.
Es particular en el uso del bordado y de la fotografía: va el hilo decorando, aparece color y dolor; embellece y atraviesa. En su obra lo mejor de bordar es pinchar, lo mejor de fotografiar es esconder, mejor que el derecho es del revés porque mejor que calmar es inquietar.
Natalia va pasando con su aguja, perfora papel, perfora fotografía, perfora autorretratos. Autorretrata sus manos con las que borda fotografías, se autorretrata… pero no se mira.
Origamis y flores contenidos en una elegante atmósfera vacía. Cuchillos y agujas interrumpen el silencio de sus mundos vacíos y sostienen la magia de su enigma fotográfico.